Muere en el exilio el intelectual cubano Carlos Alberto Montaner

“Hice lo que pude”, parafraseó Carlos Alberto Montaner a Julián Marías para despedirse en mayo pasado de sus lectores. El intelectual cubano, periodista y escritor, indesmayable en su lucha contra dictaduras, autocracias y populismos de las Américas, murió el jueves 29 de junio en Madrid casi dos meses después sin cumplir su gran sueño: el triunfo de la libertad en su país.

A 7.000 kilómetros de su isla, a la que nunca volvió desde que pudo escapar de las garras de la revolución, pero a la que “viajó” todos los días desde el periodismo y la literatura. Viaje al corazón de Cuba forma parte de la pequeña biblioteca imprescindible para conocer al país caribeño más allá del ron, los puros habanos de Fidel y las camisetas del Che Guevara.

Sin rendirse, pero doblegado por la naturaleza, Montaner anunció su jubilación a los 80 años perseguido por una parálisis supranuclear progresiva, “una enfermedad rara del cerebro”, neurodegenerativa, diagnosticada en el Hospital Gregorio Marañón. La familia (su esposa Linda, sus hijos Gina y Carlos y sus nietas Paola, Gabriela y Claudia) agradeció en un comunicado a los profesionales de la sanidad pública española, a la Asociación Derecho a Morir Dignamente y a familiares y amigos tras “una prolífica vida marcada por la defensa de las libertades individuales”.

Batalla por la libertad

Montaner tuvo el “privilegio de dar la batalla por y de la libertad”, como él mismo escribió, a través de sus trabajos periodísticos, buena parte de ellos contra la dictadura castrista, que va camino de los 64 años. Acusado de ser un mercenario de la CIA, “gusano”, lanzabombas contrarrevolucionario y demás inventos impuestos por el aparato de propaganda de los Castro con la complicidad de sus aliados para estigmatizarle, eligió vivir entre Miami y Madrid para seguir dando la batalla con sus escritos. No conocemos cuáles son los atributos de los agentes de la famosa agencia, pero si en algo destacaba Montaner era por su prudencia, que sólo rompía con ese sentido del humor, tan torrencial, que tienen los habaneros.

La realidad es que lo que pudo Montaner fue mucho, muchísimo. Una vasta obra periodística, compuesta por miles de artículos y una treintena de libros, incluido el último, la autobiografía Sin ir más lejos, al margen de su paso por la Internacional Liberal, en la que fungió como vicepresidente durante 20 años. Una ventana política que mantuvo abierta desde que descreyó de la revolución, que sólo apoyó en la euforia inicial. Tras ser encarcelado con 17 años y condenado a 20, logró escapar a la Embajada de Honduras y desde allí trasladarse a EEUU para comenzar su vida de exilio en 1960.

Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano, junto a Plinio Apuleyo y Álvaro Vargas Llosa; Perromundo y La última batalla de la Guerra Fría son algunas de sus obras más citadas.

“Uno de los cubanos más lúcidos, profundos y comprometidos con la libertad”, resumió el dramaturgo Yunior García Aguilera, también exiliado en Madrid, para dar fe de la enorme dimensión de un personaje que La Habana no dudó en “perseguir” durante su exilio, como ya hizo con Guillermo Cabrera Infante o Reinaldo Arenas. El duelo epistolar con Silvio Rodríguez, resuelto por goleada a su favor, marcó otro de los hitos en la disidencia cubana.

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