Este sábado se cumple el tercer aniversario desde el comienzo de la pandemia del coronavirus, una crisis de salud que detuvo al mundo y que se resiste a abandonarnos mientras volvemos a la normalidad.
Este sábado 11 de marzo se cumple el tercer aniversario desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia de COVID-19. Cerca de 7 millones de muertos, la aparición de múltiples y contagiosas variantes del virus que se resiste a irse, el resultado y las esperanzas impulsadas por las vacunas se combinan en el escenario actual con la mayoría del planeta de regreso a la normalidad.
“Las nuevas variantes que surgen en cualquier lugar nos amenazan en todas partes”, dijo el investigador de virus Thomas Friedrich de la Universidad de Wisconsin-Madison. “Tal vez eso ayude a las personas a comprender cuán conectados estamos”.
La OMS ha sido cautelosa y mantiene que todavía no es tiempo para poner fin a la emergencia sanitaria. Un informe de esta semana de la Universidad fijó en más de 6,8 millones el total de muerte en todo el planeta.
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El virus que no quiere dejarnos
Cifras globales indican que el COVID-19 continúa matando entre 900 y 1.000 personas al día en todo el mundo, al tiempo que se propaga fácilmente de persona a persona. Muchos sobreviven pero se quejan de secuelas que supone un cambio en sus vidas. Otros pasan una y otra vez el virus sin que aparentemente deje mayores daños en el organismo.
Así, la nueva normalidad se abre paso en el planeta, mientras los científicos monitorean que variantes actuales de ómicron tienen alrededor de 100 diferencias genéticas con respecto a la cepa de coronavirus original, lo que supone más contagios. No obstante, queda por sentado que lo peor ha pasado debido a la inmunidad alcanzada con las vacunas.
“[Es] una situación muy diferente hoy a la que teníamos hace tres años, donde, en esencia, no había inmunidad existente contra el virus original”, ha explicado Matthew Binnicker, experto en infecciones virales de la Clínica Mayo en Rochester, Minnesota.
El COVID-19 persistente
Hoy uno de los mayores desafíos lo tienen los pacientes que se infectaron con COVID-19 y continúan padeciendo efectos a largo plazo. Estos síntomas de larga data son conocidos entre otros términos como COVID-19 persistente, COVID-19 de larga duración, COVID-19 posagudo o COVID-19 crónico.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EEUU (CDC), añadieron en julio de 2021 las afecciones de largo plazo que pueden incluir una amplia variedad de problemas de salud, las que pueden durar semanas, meses o años y son más frecuentes en personas que se enfermaron gravemente. Los que no se han vacunado son más vulnerables.
Entre ellos están una variedad de problemas de salud nuevos, recaídas o afecciones crónicas que sufren las personas después de infectarse por el virus que causa el COVID-19.
De acuerdo con los CDC, no hay una prueba para determinar si sus síntomas o su afección es consecuencia del COVID-19. Las afecciones posteriores al COVID-19 no son una única enfermedad. Los CDC recomiendan asistir al médico en caso de síntomas persistentes.
Por ahora, expertos sostienen que lo mejor sería que cada año accedamos a una vacuna de refuerzo.