Tras cinco rondas de conversaciones, los negociadores de más de 100 Estados miembros de la ONU, llegaron a un acuerdo legal vinculante para conservar y garantizar el uso sostenible de la biodiversidad oceánica. El consenso se logró tras más 15 años de debates.
La pesca, el transporte marítimo, el turismo y la protección océanica están controlados por unas 20 organizaciones. Sin embargo, sus regulaciones solo se aplican a una distancia de 370 kilómetros de la costa. Después, comienzan las aguas internacionales y los Estados no tienen poder de decisión sobre ellas. Y aunque la altamar constituye más de la mitad de la superficie de la Tierra y el 61 por ciento de todos los océanos, solo el uno por ciento de las aguas internacionales está bajo protección.
Acuerdo histórico, aunque depende de ratificación
El acuerdo, en gran medida, depende de la ratificación de cada Estado, también de los que tendrán que modificar sus leyes para implementarlo, advirtió Minna Epps, jefa de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés). “Pero sigue siendo un acuerdo histórico”, reiteró a DW, pidiendo que se ratificara “lo antes posible”.
Arlo Hemphill, activista defensor de los océanos enGreenpeace USA, dijo que el tratado es “el acuerdo de conservación más grande en la historia del mundo” y agregó que “es lo mínimo que los científicos han dicho que necesitamos para evitar el colapso de los ecosistemas en los océanos, nuestro mayor recurso compartido y la base de la vida en este planeta”.
Mundo submarino saludable para nuestro planeta
Los océanos no solo son importantes para turistas y pescadores, también son necesarios para la elaboración de productos básicos e incluso de medicamentos como analgésicos y otros para tratar la leucemia. Los científicos ven en el mar un enorme potencial para el tratamiento de enfermedades.
Más de la mitad de la cantidad total de oxígeno en nuestra atmósfera la originan criaturas en el océano. Al mismo tiempo, los océanos almacenan 50 veces más dióxido de carbono que el que se encuentra actualmente en nuestra atmósfera. Cuanto más se calientan los océanos, menos CO2 pueden almacenar y menos pueden proteger al planeta de eventos climáticos aún más extremos.
Si la temperatura sigue aumentando al ritmo actual, los científicos creen que muchos mariscos, como los mejillones y los caracoles, no sobrevivirán a la acidificación de los océanos. Si aumenta el contenido de CO2 en el agua de mar, cambia el nivel de PH en el agua. Y la creciente acidez dificulta la creación de las conchas calcáreas de los animales. Esto desequilibra biósferas enteras y podría amenazar sectores económicos enteros, como la cría de ostras y mejillones.
El aumento de las temperaturas en la atmósfera, provocado por la quema de carbón, petróleo y gas, también cambia las corrientes oceánicas a medida que el agua se calienta. Esto puede significar la muerte de muchas criaturas, como los corales.
¿Cómo proteger los ecosistemas oceánicos?
Si nada cambia, la mitad de todos los habitantes del mar estarán en peligro crítico a finales de este siglo, según estimaciones de la UNESCO. Esto significa que tenemos que usar los mares de manera que no los dañemos o solo en la medida en que puedan regenerarse por sí solos.
Por ejemplo, cada año, tiramos 10 millones de toneladas de pescado, debido a malas prácticas de pesca y procesamiento, que podrían llenar más de 4.500 piscinas. Esto podría prevenirse, disminuyendo así la presión sobre nuestros océanos.