Un latigazo de Benjamin Pavard desatascó a Francia en su segundo duelo de la fase de clasificación para la Eurocopa de 2024 frente a Irlanda, en un partido en el que los “bleus” carecieron de brillo y apenas crearon peligro.
El defensa del Bayern Múnich no marca mucho, pero sus goles suelen ser providenciales y de bella factura, como el que consiguió en octavos de final del Mundial de 2018 contra Argentina, elegido el más hermoso de aquella competición.
En un gris partido de Kylian Mbappé, a la imagen de todo el sector ofensivo francés, los galos acabaron pidiendo la hora frente al empuje final de una voluntariosa Irlanda. El festival “bleu” del partido ante unos mermados Países Bajos dejó paso a un duelo más laborioso, menos brillante y vistoso.
Frente a una ordenada Irlanda, que secó todos los manantiales ofensivos de Francia, Pavard, sustituto en el lateral derecho del barcelonista Jules Koundé, volvió a ser el libertador con un extraordinario derechazo desde 23 metros que, tras tocar en el larguero, se coló en las mallas.
La recompensa en el primer tiro a puerta, a los 50 minutos de un duelo con intensidad táctica, músculo en el centro del campo y el habitual ambiente del Aviva dublinense que, durante mucho tiempo, soñó con arrancar algo a la subcampeona del mundo.
El tanto llegó en una jugada aislada, pero tuvo dos virtudes para Francia: Rebajó los decibeles de la grada y la fogosidad de los irlandeses, que dejaron entrar alguna vía de agua en su dispositivo defensivo.
Por ahí se coló un disparo de Moussa Diaby en el minuto 69 y otro de Rabiot en el 75, ambos desde el borde del área y bien atajados por un atento Bazunu.
Solo en el tramo final regresó la fe a los “verdes”, que hicieron recular a Francia a sus trincheras, con internadas de Molumby y, sobre todo, con un disparo de Browne en el minuto 85 que obligó a Maignan a intervenir en el primer disparo a puerta irlandés.
No fue el último. Si contra Países Bajos detuvo un penalti en el tiempo añadido, el meta del Milan, que ocupa el puesto del ya mítico Hugo Lloris, mantuvo de nuevo virgen su portería con una mano providencial en el minuto 90 en un potente y colocado cabezazo de Collins que Dublín ya cantaba como gol.