Astrónomos detectaron una posible señal de vida en un planeta lejano: “Es un momento revolucionario”

La búsqueda de vida más allá de la Tierra ha llevado a los científicos a explorar muchos misterios sugerentes, desde penachos de metano en Marte hasta nubes de gas fosfina en Venus. Pero, hasta donde sabemos, los habitantes de la Tierra siguen estando solos en el cosmos.

La búsqueda de vida más allá de la Tierra ha llevado a los científicos a explorar muchos misterios sugerentes, desde penachos de metano en Marte hasta nubes de gas fosfina en Venus. Pero, hasta donde sabemos, los habitantes de la Tierra siguen estando solos en el cosmos.

Por The New York Times 2025 

Ahora, un equipo de investigadores ofrece lo que considera el indicio más sólido hasta la fecha de vida extraterrestre, no en nuestro sistema solar, sino en un planeta enorme, conocido como K2-18b, que orbita alrededor de una estrella situada a 120 años luz de la Tierra. Un análisis repetido de la atmósfera del exoplaneta sugiere la abundancia de una molécula que en la Tierra solo tiene una fuente conocida: organismos vivos como las algas marinas.

“Es un momento revolucionario”, dijo Nikku Madhusudhan, astrónomo de la Universidad de Cambridge y autor del estudio. “Es la primera vez que la humanidad observa posibles biofirmas en un planeta habitable”.

El estudio se publicó el miércoles en la revista Astrophysical Journal Letters. Otros investigadores lo calificaron de primer paso emocionante y sugerente para dar sentido a lo que hay en K2-18b. Pero se mostraron reacios a sacar grandes conclusiones.

“No es nada”, dijo Stephen Schmidt, científico planetario de la Universidad Johns Hopkins. “Es un indicio. Pero aún no podemos concluir que sea habitable”.

Si hay vida extraterrestre en K2-18b, o en cualquier otro lugar, su descubrimiento llegará a un ritmo frustrantemente lento. “A menos que veamos a E.T. saludándonos, no va a ser algo irrefutable”, dijo Christopher Glein, científico planetario del Instituto de Investigación del Suroeste de San Antonio, Texas.

Astrónomos canadienses descubrieron K2-18b en 2017, mientras observaban a través de telescopios terrestres en Chile. Se trataba de un tipo de planeta habitual fuera de nuestro sistema solar, pero sin ningún análogo cerca de la Tierra que los científicos pudieran estudiar de cerca en busca de pistas.

Estos planetas, conocidos como subneptunos, son mucho más grandes que los planetas rocosos de nuestro sistema solar interior, pero más pequeños que Neptuno y otros planetas dominados por el gas del sistema solar exterior.

En 2021, Madhusudhan y sus colegas propusieron que los subneptunos estaban cubiertos de océanos cálidos de agua y envueltos en atmósferas que contenían hidrógeno, metano y otros compuestos de carbono. Para describir estos extraños planetas, acuñaron un nuevo término, “hicéano”, a partir de una combinación de las palabras “hidrógeno” y “océano”.

El lanzamiento del telescopio espacial James Webb en diciembre de 2021 permitió a los astrónomos observar más de cerca los subneptunos y otros planetas lejanos.

Cuando un exoplaneta pasa por delante de su estrella anfitriona, su atmósfera, si la tiene, se ilumina. Sus gases cambian el color de la luz estelar que llega al telescopio Webb. Analizando estas longitudes de onda cambiantes, los científicos pueden deducir la composición química de la atmósfera.

La detección de sulfuro de dimetilo en K2-18b sugiere procesos desconocidos o posibles biofirmas.

Al inspeccionar K2-18b, Madhusudhan y sus colegas descubrieron que tenía muchas de las moléculas que habían predicho que poseería un planeta hicéano. En 2023, informaron de que también habían detectado débiles indicios de otra molécula, y una de enorme importancia potencial: el sulfuro de dimetilo, que está formado por azufre, carbono e hidrógeno.

En la Tierra, la única fuente conocida de sulfuro de dimetilo es la vida. En el océano, por ejemplo, ciertas formas de algas producen este compuesto, que se difunde en el aire y contribuye al olor característico del mar. Mucho antes de que se lanzara el telescopio Webb, los astrobiólogos se habían preguntado si el sulfuro de dimetilo podría servir como señal de vida en otros planetas.

El año pasado, Madhusudhan y sus colegas tuvieron una segunda oportunidad de buscar sulfuro de dimetilo. Mientras K2-18b orbitaba frente a su estrella, utilizaron un instrumento diferente del telescopio Webb para analizar la luz estelar que atravesaba la atmósfera del planeta. “Pasamos muchísimo tiempo intentando deshacernos de la señal”, dijo Madhusudhan.

Por mucho que los científicos revisaran sus lecturas, la señal seguía siendo fuerte. Llegaron a la conclusión de que K2-18b podría albergar una enorme cantidad de sulfuro de dimetilo en su atmósfera, miles de veces superior al nivel encontrado en la Tierra. Esto sugeriría que sus mares hicéanos rebosan de vida.

Otros investigadores subrayaron que aún quedaba mucho por investigar. Una cuestión aún por resolver es si K2-18b es realmente un mundo hicéano habitable, como afirma el equipo de Madhusudhan.

En un artículo publicado en internet el domingo, Glein y sus colegas sostuvieron que K2-18b podría ser más bien un enorme trozo de roca con un océano de magma y una atmósfera de hidrógeno densa y abrasadora, poco propicia para la vida tal como la conocemos.

“Es importante recordar que apenas estamos empezando a comprender la naturaleza de estos mundos exóticos”, dijo Matthew Nixon, científico planetario de la Universidad de Maryland que no participó en el nuevo estudio.

LLos investigadores quieren esperar a ver qué descubre el telescopio Webb mientras sigue examinando K2-18b; los primeros hallazgos provocativos a veces se desvanecen a la luz de datos adicionales. La NASA ha estado diseñando y construyendo telescopios espaciales más potentes que buscarán específicamente indicios de habitabilidad en planetas que orbitan otras estrellas, incluido K2-18b. Aunque se tarden años en descifrar lo que ocurre en K2-18b, podría valer la pena, dijeron los científicos.

“No estoy gritando ‘¡extraterrestres!;”, dijo Nikole Lewis, científica especializada en exoplanetas de la Universidad de Cornell. “Pero siempre me reservo el derecho a gritar ‘¡extraterrestres!’”.

Pero Joshua Krissansen-Totton, astrobiólogo de la Universidad de Washington, dijo que le preocupaba que los astrobiólogos estadounidenses no pudieran hacer un seguimiento de los últimos resultados sobre K2-18b.

Al parecer, el gobierno de Donald Trump planea recortar a la mitad el presupuesto científico de la NASA, eliminando futuros telescopios espaciales y otros proyectos de astrobiología. Si eso ocurre, dijo Krissansen-Totton, “la búsqueda de vida en otros lugares básicamente se detendría”.

Ahora, un equipo de investigadores ofrece lo que considera el indicio más sólido hasta la fecha de vida extraterrestre, no en nuestro sistema solar, sino en un planeta enorme, conocido como K2-18b, que orbita alrededor de una estrella situada a 120 años luz de la Tierra. Un análisis repetido de la atmósfera del exoplaneta sugiere la abundancia de una molécula que en la Tierra solo tiene una fuente conocida: organismos vivos como las algas marinas.

“Es un momento revolucionario”, dijo Nikku Madhusudhan, astrónomo de la Universidad de Cambridge y autor del estudio. “Es la primera vez que la humanidad observa posibles biofirmas en un planeta habitable”.

El estudio se publicó el miércoles en la revista Astrophysical Journal Letters. Otros investigadores lo calificaron de primer paso emocionante y sugerente para dar sentido a lo que hay en K2-18b. Pero se mostraron reacios a sacar grandes conclusiones.

“No es nada”, dijo Stephen Schmidt, científico planetario de la Universidad Johns Hopkins. “Es un indicio. Pero aún no podemos concluir que sea habitable”.

Si hay vida extraterrestre en K2-18b, o en cualquier otro lugar, su descubrimiento llegará a un ritmo frustrantemente lento. “A menos que veamos a E.T. saludándonos, no va a ser algo irrefutable”, dijo Christopher Glein, científico planetario del Instituto de Investigación del Suroeste de San Antonio, Texas.

Astrónomos canadienses descubrieron K2-18b en 2017, mientras observaban a través de telescopios terrestres en Chile. Se trataba de un tipo de planeta habitual fuera de nuestro sistema solar, pero sin ningún análogo cerca de la Tierra que los científicos pudieran estudiar de cerca en busca de pistas.

Estos planetas, conocidos como subneptunos, son mucho más grandes que los planetas rocosos de nuestro sistema solar interior, pero más pequeños que Neptuno y otros planetas dominados por el gas del sistema solar exterior.

En 2021, Madhusudhan y sus colegas propusieron que los subneptunos estaban cubiertos de océanos cálidos de agua y envueltos en atmósferas que contenían hidrógeno, metano y otros compuestos de carbono. Para describir estos extraños planetas, acuñaron un nuevo término, “hicéano”, a partir de una combinación de las palabras “hidrógeno” y “océano”.

El lanzamiento del telescopio espacial James Webb en diciembre de 2021 permitió a los astrónomos observar más de cerca los subneptunos y otros planetas lejanos.

Cuando un exoplaneta pasa por delante de su estrella anfitriona, su atmósfera, si la tiene, se ilumina. Sus gases cambian el color de la luz estelar que llega al telescopio Webb. Analizando estas longitudes de onda cambiantes, los científicos pueden deducir la composición química de la atmósfera.

La detección de sulfuro de dimetilo en K2-18b sugiere procesos desconocidos o posibles biofirmas.

Al inspeccionar K2-18b, Madhusudhan y sus colegas descubrieron que tenía muchas de las moléculas que habían predicho que poseería un planeta hicéano. En 2023, informaron de que también habían detectado débiles indicios de otra molécula, y una de enorme importancia potencial: el sulfuro de dimetilo, que está formado por azufre, carbono e hidrógeno.

En la Tierra, la única fuente conocida de sulfuro de dimetilo es la vida. En el océano, por ejemplo, ciertas formas de algas producen este compuesto, que se difunde en el aire y contribuye al olor característico del mar. Mucho antes de que se lanzara el telescopio Webb, los astrobiólogos se habían preguntado si el sulfuro de dimetilo podría servir como señal de vida en otros planetas.

El año pasado, Madhusudhan y sus colegas tuvieron una segunda oportunidad de buscar sulfuro de dimetilo. Mientras K2-18b orbitaba frente a su estrella, utilizaron un instrumento diferente del telescopio Webb para analizar la luz estelar que atravesaba la atmósfera del planeta. “Pasamos muchísimo tiempo intentando deshacernos de la señal”, dijo Madhusudhan.

Por mucho que los científicos revisaran sus lecturas, la señal seguía siendo fuerte. Llegaron a la conclusión de que K2-18b podría albergar una enorme cantidad de sulfuro de dimetilo en su atmósfera, miles de veces superior al nivel encontrado en la Tierra. Esto sugeriría que sus mares hicéanos rebosan de vida.

Otros investigadores subrayaron que aún quedaba mucho por investigar. Una cuestión aún por resolver es si K2-18b es realmente un mundo hicéano habitable, como afirma el equipo de Madhusudhan.

En un artículo publicado en internet el domingo, Glein y sus colegas sostuvieron que K2-18b podría ser más bien un enorme trozo de roca con un océano de magma y una atmósfera de hidrógeno densa y abrasadora, poco propicia para la vida tal como la conocemos.

“Es importante recordar que apenas estamos empezando a comprender la naturaleza de estos mundos exóticos”, dijo Matthew Nixon, científico planetario de la Universidad de Maryland que no participó en el nuevo estudio.

LLos investigadores quieren esperar a ver qué descubre el telescopio Webb mientras sigue examinando K2-18b; los primeros hallazgos provocativos a veces se desvanecen a la luz de datos adicionales. La NASA ha estado diseñando y construyendo telescopios espaciales más potentes que buscarán específicamente indicios de habitabilidad en planetas que orbitan otras estrellas, incluido K2-18b. Aunque se tarden años en descifrar lo que ocurre en K2-18b, podría valer la pena, dijeron los científicos.

“No estoy gritando ‘¡extraterrestres!;”, dijo Nikole Lewis, científica especializada en exoplanetas de la Universidad de Cornell. “Pero siempre me reservo el derecho a gritar ‘¡extraterrestres!’”.

Pero Joshua Krissansen-Totton, astrobiólogo de la Universidad de Washington, dijo que le preocupaba que los astrobiólogos estadounidenses no pudieran hacer un seguimiento de los últimos resultados sobre K2-18b.

Al parecer, el gobierno de Donald Trump planea recortar a la mitad el presupuesto científico de la NASA, eliminando futuros telescopios espaciales y otros proyectos de astrobiología. Si eso ocurre, dijo Krissansen-Totton, “la búsqueda de vida en otros lugares básicamente se detendría”.

La búsqueda de vida más allá de la Tierra ha llevado a los científicos a explorar muchos misterios sugerentes, desde penachos de metano en Marte hasta nubes de gas fosfina en Venus. Pero, hasta donde sabemos, los habitantes de la Tierra siguen estando solos en el cosmos.

Por The New York Times 2025 

Ahora, un equipo de investigadores ofrece lo que considera el indicio más sólido hasta la fecha de vida extraterrestre, no en nuestro sistema solar, sino en un planeta enorme, conocido como K2-18b, que orbita alrededor de una estrella situada a 120 años luz de la Tierra. Un análisis repetido de la atmósfera del exoplaneta sugiere la abundancia de una molécula que en la Tierra solo tiene una fuente conocida: organismos vivos como las algas marinas.

“Es un momento revolucionario”, dijo Nikku Madhusudhan, astrónomo de la Universidad de Cambridge y autor del estudio. “Es la primera vez que la humanidad observa posibles biofirmas en un planeta habitable”.

El estudio se publicó el miércoles en la revista Astrophysical Journal Letters. Otros investigadores lo calificaron de primer paso emocionante y sugerente para dar sentido a lo que hay en K2-18b. Pero se mostraron reacios a sacar grandes conclusiones.

“No es nada”, dijo Stephen Schmidt, científico planetario de la Universidad Johns Hopkins. “Es un indicio. Pero aún no podemos concluir que sea habitable”.

Si hay vida extraterrestre en K2-18b, o en cualquier otro lugar, su descubrimiento llegará a un ritmo frustrantemente lento. “A menos que veamos a E.T. saludándonos, no va a ser algo irrefutable”, dijo Christopher Glein, científico planetario del Instituto de Investigación del Suroeste de San Antonio, Texas.

Astrónomos canadienses descubrieron K2-18b en 2017, mientras observaban a través de telescopios terrestres en Chile. Se trataba de un tipo de planeta habitual fuera de nuestro sistema solar, pero sin ningún análogo cerca de la Tierra que los científicos pudieran estudiar de cerca en busca de pistas.

Estos planetas, conocidos como subneptunos, son mucho más grandes que los planetas rocosos de nuestro sistema solar interior, pero más pequeños que Neptuno y otros planetas dominados por el gas del sistema solar exterior.

En 2021, Madhusudhan y sus colegas propusieron que los subneptunos estaban cubiertos de océanos cálidos de agua y envueltos en atmósferas que contenían hidrógeno, metano y otros compuestos de carbono. Para describir estos extraños planetas, acuñaron un nuevo término, “hicéano”, a partir de una combinación de las palabras “hidrógeno” y “océano”.

El lanzamiento del telescopio espacial James Webb en diciembre de 2021 permitió a los astrónomos observar más de cerca los subneptunos y otros planetas lejanos.

Cuando un exoplaneta pasa por delante de su estrella anfitriona, su atmósfera, si la tiene, se ilumina. Sus gases cambian el color de la luz estelar que llega al telescopio Webb. Analizando estas longitudes de onda cambiantes, los científicos pueden deducir la composición química de la atmósfera.

La detección de sulfuro de dimetilo en K2-18b sugiere procesos desconocidos o posibles biofirmas.

Al inspeccionar K2-18b, Madhusudhan y sus colegas descubrieron que tenía muchas de las moléculas que habían predicho que poseería un planeta hicéano. En 2023, informaron de que también habían detectado débiles indicios de otra molécula, y una de enorme importancia potencial: el sulfuro de dimetilo, que está formado por azufre, carbono e hidrógeno.

En la Tierra, la única fuente conocida de sulfuro de dimetilo es la vida. En el océano, por ejemplo, ciertas formas de algas producen este compuesto, que se difunde en el aire y contribuye al olor característico del mar. Mucho antes de que se lanzara el telescopio Webb, los astrobiólogos se habían preguntado si el sulfuro de dimetilo podría servir como señal de vida en otros planetas.

El año pasado, Madhusudhan y sus colegas tuvieron una segunda oportunidad de buscar sulfuro de dimetilo. Mientras K2-18b orbitaba frente a su estrella, utilizaron un instrumento diferente del telescopio Webb para analizar la luz estelar que atravesaba la atmósfera del planeta. “Pasamos muchísimo tiempo intentando deshacernos de la señal”, dijo Madhusudhan.

Por mucho que los científicos revisaran sus lecturas, la señal seguía siendo fuerte. Llegaron a la conclusión de que K2-18b podría albergar una enorme cantidad de sulfuro de dimetilo en su atmósfera, miles de veces superior al nivel encontrado en la Tierra. Esto sugeriría que sus mares hicéanos rebosan de vida.

Otros investigadores subrayaron que aún quedaba mucho por investigar. Una cuestión aún por resolver es si K2-18b es realmente un mundo hicéano habitable, como afirma el equipo de Madhusudhan.

En un artículo publicado en internet el domingo, Glein y sus colegas sostuvieron que K2-18b podría ser más bien un enorme trozo de roca con un océano de magma y una atmósfera de hidrógeno densa y abrasadora, poco propicia para la vida tal como la conocemos.

“Es importante recordar que apenas estamos empezando a comprender la naturaleza de estos mundos exóticos”, dijo Matthew Nixon, científico planetario de la Universidad de Maryland que no participó en el nuevo estudio.

LLos investigadores quieren esperar a ver qué descubre el telescopio Webb mientras sigue examinando K2-18b; los primeros hallazgos provocativos a veces se desvanecen a la luz de datos adicionales. La NASA ha estado diseñando y construyendo telescopios espaciales más potentes que buscarán específicamente indicios de habitabilidad en planetas que orbitan otras estrellas, incluido K2-18b. Aunque se tarden años en descifrar lo que ocurre en K2-18b, podría valer la pena, dijeron los científicos.

“No estoy gritando ‘¡extraterrestres!;”, dijo Nikole Lewis, científica especializada en exoplanetas de la Universidad de Cornell. “Pero siempre me reservo el derecho a gritar ‘¡extraterrestres!’”.

Pero Joshua Krissansen-Totton, astrobiólogo de la Universidad de Washington, dijo que le preocupaba que los astrobiólogos estadounidenses no pudieran hacer un seguimiento de los últimos resultados sobre K2-18b.

Al parecer, el gobierno de Donald Trump planea recortar a la mitad el presupuesto científico de la NASA, eliminando futuros telescopios espaciales y otros proyectos de astrobiología. Si eso ocurre, dijo Krissansen-Totton, “la búsqueda de vida en otros lugares básicamente se detendría”.

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