El papa Francisco reapareció hoy para presidir la misa del Domingo de Ramos en la plaza de San Pedro, un día después de salir del hospital, y ante miles de fieles defendió a los «abandonados» del mundo actual: «También yo necesito que Jesús me acaricie», confesó, con la voz aún débil y algo ronca. «Jesús abandonado nos pide que tengamos ojos y corazón para los abandonados.
Para nosotros nadie puede ser marginado», dijo ante una plaza engalanada y abarrotada con 60.000 fieles, según estimó la Santa Sede. En este sentido, Bergoglio recordó a un mendigo muerto en su columnata «solo y abandonado» como una encarnación actual de Cristo.
«Muchos necesitan nuestra cercanía, muchos abandonados, también yo necesito que Jesús me acaricie, que esté cerca de mi, y por eso voy a buscarlo en los abandonados y en los solitarios», refirió.
Contra el abandono
Una bronquitis hizo que el pasado miércoles el papa tuviera que ser ingresado en el hospital Gemelli de Roma -la segunda vez después de la operación de colon de 2021- pero ayer sábado recibió el alta y hoy pudo presidir el Domingo de Ramos e inaugurar la Semana Santa.
En esta primera reaparición pública, protegido por un largo abrigo blanco y con los paramentos rojos propios de esta época, meditó sobre las palabras de Jesús en la Cruz, «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».
«Hoy hay tantos ‘cristos abandonados’. Pueblos enteros explotados y abandonados a su suerte; pobres que viven en los cruces de nuestras calles, con quienes no nos atrevemos a cruzar la mirada; emigrantes que ya no son rostros sino números; presos rechazados, personas catalogadas como problemas», lamentó, elevando la voz.
Así como «cristos descartados con guante blanco» como «niños no nacidos, ancianos dejados solos, en los geriátricos, enfermos no visitados, discapacitados ignorados, jóvenes que sienten un gran vacío interior sin que nadie escuche su grito de dolor».
La convalecencia
Francisco, a sus 86 años aún convaleciente, se presentó en la plaza a bordo de un vehículo descapotado para, primero, ser llevado al obelisco central para bendecir los ramos que los fieles portaron en procesión.
Bajó del auto por su propio pie y después recorrió unos pocos metros hasta el lugar dispuesto para la bendición ayudado del bastón que usa frecuentemente debido a sus problemas de rodilla.
El papa argentino acudió luego hasta el frontal de la basílica, siempre en coche, para presidir desde ahí la misa, que fue oficiada por el cardenal argentino Leonardo Sandri.
Semana Santa incierta
Francisco, que acaba de cumplir diez años de pontificado, vivirá este periodo recuperándose de la bronquitis y aquejado de un problema de rodillas que le impide pasar largo rato de pie y le obliga a usar bastón o silla de ruedas.
No obstante él quiere participar en los ritos y, por ello, la Santa Sede ha apostado por un protocolo que ya ha aplicado en otras ocasiones: el papa presidirá las misas y liturgias mientras que de oficiarlas se encargarán los cardenales, como en el caso de hoy.
Aunque aún hay detalles que el Vaticano no ha aclarado. Se sabe que Francisco abrirá el Triduo Pascual celebrando Jueves Santo en la cárcel de menores de Casa del Marmo en Roma pero aún no han dado detalles sobre el Via Crucis de Viernes Santo, que le obligaría a pasar varias horas a la intemperie ante el Coliseo romano.
El pontífice prevé presidir el resto de eucaristías, también la del Domingo de Resurrección, oficiada por el purpurado Giovanni Battista Re, y ese mismo día cerrará la Semana Santa impartiendo su bendición «Urbi et Orbi» y leyendo su importante mensaje pascual.
«Gracias, de verdad»
En este regreso a la plaza de San Pedro, Francisco agradeció la preocupación de los fieles por su salud: «Os agradezco por vuestra asistencia y vuestras oraciones, que en los últimos días se intensificaron. Gracias de verdad», dijo en el cierre de la misa.
Luego, ya con su silla de ruedas, saludó a algunos monseñores y se dio un nuevo baño de masas a bordo del «papamóvil», recorriendo la plaza y hasta la Vía de la Conciliación.
El pontífice argentino a buen seguro echaba de menos a la gente, tal y como demostró nada más salir ayer del hospital, cuando llegó a bajarse del coche para charlar con algunas personas que le esperaban al borde de la carretera. «Todavía estoy vivo», exclamó en su habitual tono bromista pero con una evidente intención.
Otra imagen importante hoy fue la de la presencia en la misa de dos nombres controvertidos del Vaticano: monseñor Georg Ganswein, secretario personal de Benedicto XVI, crítico con Francisco y al que no se le veía en San Pedro desde el funeral de Ratzinger, y el purpurado Angelo Becciu, juzgado por irregularidades financieras.