“La Santa Sede nunca se va. La echan”, dijo el Papa el pasado mes de diciembre de 2022, en una entrevista con el diario español ABC. Aparentemente, a la Santa Sede la han echado con cajas destempladas de Nicaragua.
Vatican News, el portal de noticias del Vaticano, confirmó el lunes (13.3.2023) el “verbalmente expresado” deseo del Gobierno nicaragüense de “suspender las relaciones diplomáticas”. En concreto, se trata del cierre de la Nunciatura Papal, la representación diplomática del Vaticano en Managua.
Hace un año, el 12 de marzo de 2022, el Gobierno de Nicaragua expulsó al Nuncio Apostólico en Managua, monseñor Waldemar Stanisław Sommertag. Desde entonces, el secretario de la Nunciatura, el prelado Mbaye Diouf, siguió llevando los asuntos. Al parecer, ahora se le ha concedido a Mbaye Diouf una semana para abandonar el país. Nicaragua, por su parte, ya no tiene embajador ante la Sede Apostólica desde septiembre de 2021. La representante del Gobierno nicaragüense es la consejera ministerial Yara Suhyén Pérez Calero.
¿Ruptura o suspensión?
En sentido estricto, sin embargo, esta evolución no marca una ruptura de relaciones, explica Ludwig Ring-Eifel, director del Centrum Informationis Catholicum, redacción conjunta de las agencias de noticias católicas en lengua alemana con sede en Roma, en entrevista con DW.
“El Vaticano ha dejado claro que, desde su punto de vista, todavía no se trata de una ruptura total de las relaciones diplomáticas, sino más bien de una suspensión o de una interrupción temporal de las mismas. Todavía sería posible otra fase de escalada: la ruptura formal y definitiva”, afirma el experto vaticanista alemán.
Ring-Eifel admite, sin embargo, que hay que remontarse muy atrás en la historia para encontrar un caso similar: “Incluso después de la revolución en Cuba, siguieron existiendo relaciones diplomáticas entre Roma y La Habana, a pesar que el personal también fue expulsado en gran parte del país”.
De hecho, el derecho internacional no conoce la “suspensión” o la ” interrupción” de relaciones diplomáticas. O existen o no existen. Por eso, muchos observadores ven las interpretaciones dadas en Managua y el Vaticano más bien como un ballet diplomático. Esta opinión la comparte Enrique Sáenz, economista y analista político nicaragüense exiliado en Costa Rica.
“Son solo juegos de palabras”, afirma Sáenz en entrevista con DW. A nivel diplomático, no ha habido comunicación formal, pero a nivel político práctico, las relaciones se han roto, opina el analista nicaragüense.
Distanciamiento desde 2018
Las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno nicaragüense se han ido deteriorando desde 2018. En ese momento, las autoridades sofocaron con violencia extrema las protestas contra el Gobierno en todo el país. La iglesia dio cobijo a muchos manifestantes en sus lugares de culto y más tarde actuó como mediadora entre el régimen y la oposición. Sin embargo, el presidente Daniel Ortega ha ido cada vez más tachando a los representantes de la Iglesia de simpatizantes de la oposición y de “terroristas” que pretendían derrocarlo.
“Ortega interpretó el lenguaje conciliatorio del Vaticano y de la Iglesia como una señal de debilidad, dice Sáenz. Como resultado, dice, Ortega aumentó la presión y acosó cada vez más a la Iglesia. Las autoridades incluso han prohibido a la Iglesia celebrar las tradicionales procesiones cruzadas durante la Cuaresma y la Semana Santa. “El comportamiento de Ortega tiene ya rasgos patológicos”, asegura Sáenz.
La ruptura definitiva se produjo con la condena del obispo católico Rolando Álvarez a 26 años de prisión en febrero de este año por “conspiración y difusión de noticias falsas”. A ello siguió, a principios de marzo, una entrevista del Papa con el portal argentino Infobae, en la que Francisco diagnosticó a Ortega un “desequilibrio” y comparó el régimen de Ortega en Nicaragua con la “dictadura comunista de 1917 o la dictadura hitleriana de 1935”.
“El Papa ha contribuido, ciertamente, a la escalada”, admite el director del Centrum Informationis Catholicum de Roma. Pero ahora habría que intentar encontrar vías paralelas para mantener el diálogo y, posiblemente, lograr la liberación de monseñor Álvarez, afirma Ring-Eifel. Según el observador del Vaticano, la situación está agitada y necesita calmarse. Además, advierte que el factor tiempo desempeña un papel importante, y la experiencia demuestra que, en estas situaciones, el Vaticano suele tener más aguante. (ms)