A medida que la población de la región envejece, será indispensable estimular la participación en la fuerza laboral y la productividad para promover el crecimiento económico y mejorar los niveles de vida.
La fuerza laboral de América Latina creció casi 50% en las dos décadas previas a la pandemia, lo cual contribuyó significativamente a impulsar el crecimiento económico. Hoy, las tendencias demográficas están dando un vuelco y dejarán de ser un impulso al crecimiento en los años venideros.
Según nuestras previsiones, el crecimiento de América Latina registrará un promedio anual en torno a 2% en los próximos cinco años; es decir, una cifra inferior a su promedio histórico, que de por sí fue bajo. Estas proyecciones también son considerablemente más moderadas que las de otras economías de mercados emergentes de Europa y Asia, que también se desacelerarían en los próximos años, pero que aun así lograrían una expansión anual de 3% y 6%, respectivamente.
Este panorama poco alentador refleja problemas de larga data relacionados con el bajo nivel de inversión y el lento aumento de la productividad. A estos se les suma ahora que las tendencias demográficas están cambiando y que el crecimiento de la fuerza laboral se enfriará.
Cambio demográfico
El crecimiento de la población seguirá desacelerándose, y bajará de alrededor de 1% por año durante las dos décadas previas a la pandemia a un 0,6% por año en los próximos cinco años. Esto no es una mala noticia en sí mismo: el aumento de la población no incrementa automáticamente el ingreso per cápita —el indicador más pertinente del bienestar—, ya que aunque genera una expansión de la fuerza laboral y del producto agregado, también significa que el producto está repartido entre más personas. Aun así, el crecimiento económico derivado de crecimiento demográfico puede ayudar de otras maneras; por ejemplo, aumentando los ingresos públicos para hacer frente a elevados niveles de deuda.
Lo más destacado es que el dividendo demográfico está disminuyendo a medida que la población envejece y que el porcentaje de población activa llega a sus máximos, y eso significa que la proporción de la población capaz de generar ingresos dejará de crecer. Se trata de un cambio importante: hasta hoy, esa proporción iba en aumento, añadiendo anualmente 0,5% a la fuerza laboral desde el año 2000. Por el contrario, de acuerdo con nuestras previsiones, el porcentaje de población activa registrará, en promedio, cero crecimiento durante los próximos cinco años.
Promover la participación
Para que el motor de la fuerza laboral siga en marcha, será necesario estimular la participación en la fuerza laboral. Las previsiones indican que algo de esto ocurrirá en los próximos años, ya que la proporción de la población en edad activa que busca trabajo seguiría aumentando.
Pero para que esta proyección se haga realidad, será indispensable que las mujeres estén más integradas a la fuerza laboral, ya que la participación femenina sigue siendo baja, llegando apenas a 52%, frente a 75% de la masculina.
Las políticas pueden ayudar. La participación femenina puede incrementarse ampliando los programas de cuidado infantil y ofreciendo más capacitación a las mujeres, como lo señalamos en alguno de nuestros últimos informes de países, como los de Brasil y México. También pueden ayudar tener un esquema de tributación de hogares que no desincentive un segundo sueldo familiar así como eliminar la asimetría hombre/mujer en el cuidado infantil y la licencia parental, que en última instancia desalientan la contratación de mujeres o las perjudican salarialmente.
Otras vías para expandir la fuerza laboral consisten en brindar oportunidades de formación profesional, subir la edad de jubilación, eliminar los desincentivos al trabajo después de la jubilación y adoptar políticas que faciliten el empleo de personas de mayor edad.
Tampoco se puede perder de vista el problema de la inseguridad y el crimen, factor importante detrás de la emigración y la disminución de la fuerza laboral en algunas partes de la región.
Más en general, frente a una demografía que se torna menos favorable, los países deben redoblar los esfuerzos por fomentar el aumento de la productividad de la mano de obra, resolviendo sus problemas de gobernanza y de exigentes regulaciones empresariales, los cuales dificultan el crecimiento de las empresas y las consiguientes mejoras de productividad. Así podrán lograr niveles de vida más altos aun en medio de una evolución demográfica no tan propicia.
Muchos años de gran esfuerzo en reforzar los marcos macroeconómicos han dado fruto en América Latina. Los países superaron las dos duras recesiones económicas mundiales recientes, evitando repetir crisis dolorosas. Hoy, deben aprovechar esta resiliencia para concentrarse en estimular el crecimiento potencial, un problema de larga data que se acentuará con los cambios demográficos.